La primera vez que te vi, mi corazón palpitó,
una, dos, tres veces, fuerte, alto, claro. Me pareció un milagro que no te
dieras cuenta. Fue solo un momento, un vistazo, me golpeó como un mazo. Fue
horrible.
La segunda
vez que te vi, fue en el autobús de la escuela. Hablamos, no demasiado, pero
dijiste hola, y otras cosas más, ni siquiera me acuerdo, se me reventaba el
corazón; pero claro que no te diste cuenta, soy muy buena para ocultar cosas,
sobre todo cuando se trata de mí.
La tercera
vez que te vi, me contaste chistes, me hiciste reír, descubrí que me gustaba tu
forma de pensar, y no solo tu encantadora sonrisa y los bonitos ojos detrás de
la gafas. Se me aceleró el pulso y sonreí como tonta todo el día.
La cuarta
vez que te vi, estabas pálido, nervioso, creo que hasta un poco asustado, te
preocupaban los resultados. Yo intenté calmarte, creo que lo conseguí,
hablamos, durante un largo rato, muy largo creo. Y me contaste que querías ser
una gran lector (ya lo eres, solo que aún no te das cuenta), también me dijiste
que querías ser presidente, y que no ibas a ser como los demás, que tu si ibas
a ser bueno. Me dijiste sobre lo bonitos que son los días nublados y las
fogatas. Y que te gustaban mucho los espaguetis y las papas fritas. Y me contaste cuanto te gustaba Harry Potter,
y pensé que me podía morir ahí mismo sin lamentar nada. Las cosas que me haces
pensar. Me hiciste sentir tan bien, no me miraste con extrañeza cada vez que
decía cosas extrañas, no pensaste que era rara, o aburrida (eso creo), te
reíste de mis chistes, comimos juntos, hablamos de cosas sin importancia, me
confiaste tu cosas. Fue el mejor día de mi vida.
La quinta
vez que te vi, me saludaste, sonreíste. Te noté un poco diferente, no hablamos
demasiado, pero no me preocupé, no me gusta preocuparme.
Te vi más
veces, pasando por la plaza de la escuela, cuando no teníamos nada que hacer.
Solo decías hola y sonreías. Me bastaba con eso.
Hace tres
días te vi. Ya lo sabía. Lo sabía perfectamente, me lo habían dicho dos días después
de conocerte, y aun así, tonta de mí, no me importó, lo olvidé, como hago con
todas las cosas dolorosas o desagradables, como hago con todos los sueños rotos
y las horas de soledad en el salón de clases; como hago con todas las cosas
importantes; una voz en mi cabeza no dejaba de gritarme cada vez que te
saludaba, sabía que iba a doler, no le hice caso, tonta, tonta, tonta.
Bajaba de
las escaleras, el día de por sí había sido malo. Me había dado cuenta de lo
sola que estaba en la escuela, y de lo mucho que me importaba, no es que no me
hubiera dado cuenta antes, es que lo había olvidado, me había forzado a
olvidarlo, era una cobarde, no me gustaba el dolor y menos la realidad. Pero
ese día en especial lo había recordado, me habían hecho recordarlo. Tenía ganas
de llorar, y solo mi fuerza de voluntad me impidió deshacerme en lágrimas
estando en la escuela. Me fui, huí, como siempre hago. Escape del dolor,
intentando olvidar otra vez.
Y te vi.
Estabas besando a tu novia. Con los ojos cerrados, la sostenías dulcemente. No
sentí enojo o celos. Lo sabía, lo sabía, me maldije a mí misma por no haber
hecho caso a la voz en mi cabeza. Tomé el primer autobús que pasó, no era el
mío. Aguante las lágrimas todo el camino. Olvidé. O al menos empecé a hacerlo.
Llegué a mi casa, busqué mil formas de distraerme, de olvidar, odio llorar.
Llorar es para débiles. Aún duele. Es
difícil. Duele. Duele tanto.
Este es un original. Espero que les haya gustado. Por favor comente, y así podré mejorar. Gracias por leer.
Abril Bernabé
>"Fue solo un momento, un vistazo, me golpeó como un mazo."
ResponderEliminarMe encantó! Eres muy talentosa :D
Los minutos que demoré en leer este pedacito de milagro los disfruté como nunca y me ha devuelto el buen humor luego de un día largo y cansador.
Gracias por compartir :3
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Muchísimas gracias, que comentario tan bonito!
EliminarMuchísimas gracias, que comentario tan bonito!
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